domingo, febrero 20

Cigarrillo de Medianoche


El sabor triste de un cigarro a medianoche es capaz de envenenar cualquier amor, secar el corazón tarado que se llena de dolores y letras innecesarias, incinerar con el tibio humo el hielo nocturno que inunda el alma en duda, llenas las venas de miel agria esa miel tan bien elaborada en los panales del amor.

Lejos con el humo mezclado en su sangre, con llamadas en las manos y la chaqueta llena de salidas, llena de ganas de noche, ganas de ahogarse con la gente que siempre acompaña, amistad por copas y baile, dispuesto el plan y las llaves, dispuesta la noche a aceptar su entrada melancólica en excesos. Todos sus demonios habían escapado esa noche, las animas encerradas en sus adentros, detrás de la gran puerta de hierro de la conciencia, alimentados por el placer empezaron a danzar en la piel de su rostro, sus manos, escaparon con violencia llenándolo de llagas y pintando el manto blanco de su cuerpo con pequeñas gotas rojas, rojo color vino el de su sangre, el de su locura, la noche ebria como tan solo ella misma podía estar, se prestaba para todos los excesos nombrables por el hombre, la marcha empezaba y la locura volaba en cada exhalación, en cada respiración que se gastaba en el cigarro y lo consumía, como la vida misma, se iba quemando paso a paso sin mirar atrás y sin tratar de recuperar gestos perdidos, unas cuantas veces desperdiciados en los ojos de otra persona.

La rumba marco la pauta de la noche, de los alientos, el ir y venir de copas, gente, fantasmas, los locales repletos de sueños y alegrías, tristeza en algunos rincones, risas y llanto en los baños, todos al ritmo de la música, ocultos en las luces de neón, bailando entre los cuerpos, diluidos entre estos. Así se acaba el humo de su ser, entre las noches de cada una de las almas que lo rodean, entre cada trago y cada baile, entre cada sonrisa, mostrando buena cara al mal tiempo, mala cara al bueno, bailando olvidos y olvidando unos cuantos bailes y sucesos de los porque no arrepentirse entre risas.


martes, febrero 15

Dibujando


...¡¡Yo también puedo dibujarte!!... Yo también soy capaz de trazarte, pero mis trazos son diferentes a los tuyos, los míos se enroscan y enredan, se trenzan toman valores y tonos igualados, toman lo que ven y le dan el valor propio correspondiente a cada palabra universal, mis trazos se tiñen de tus colores, los NOMBRAN, te nombran y ese es el valor de mis dibujos y el que torpemente te puedo otorgar...

Costa

¿A que Hora ya no importa?, ¿en cuanto tiempo más caduca el significado?, esas eran las preguntas que la tenían frente al mar, ante ese frío cuerpo lleno de significantes y posibilidades absolutas, mareadas en ellas mismas. Mucho caminar, millares de pasos había entregado al polvo, a la duda, a la búsqueda, a las respuestas conocidas que poseía sobre esas preguntas pero que se le perdían, enredaban con tanto tramo que podía usar y tantas amarras que bien cortar o anudar tendría por hacer, pero ahora la mirada se dirigía más allá del brillo del sol reflejado en las aguas, la mirada se había vuelto más extensa, más completa y con esta alcanzaba su casa, su pieza, las mil y una cartas de él, los millares de letras que invadían de cuando en cuando su cama, cuando revisaba su pasado, esa linda historia que le habían contado que era suya, lejano era ese tiempo, aunque solo hace 3 o 4 días hubieran terminado, porque el tiempo toma valores diversos frente a cada hecho y generalmente para los de esta naturaleza tiene el capricho de alargarse, de eternizarse para quizás opacar los recuerdos, empañarlos con las lagrimas que nacen al despertar, con esas lagrimas en esencia puras, livianas al no traer el peso de los sollozos, el peso de nacer, de solo concebirse en la entrada a los ojos y de ahí no poder correr por las mejillas besadas. Lejano el frío ya había alcanzado su cuerpo, su pecho, entumecido sus huesos y ahuyentado su sombra, muerto el sol, solo la noche la acompañaba, el estrepitoso llanto del mar se hundía en la arena y ella todavía de pie sin poder abandonar el lugar donde descansaba su aliento, atada a esas piedras, se confundía con la noche, con el cielo azabache y con el llanto del mar. Gritos desesperados, desamparados volaban en el salado aire costero y la muerte que tantas puertas esa noche había tocado decidió saltarse el pecho de la muchacha, decidió tomarla de la mano y hacerla dormir, a la mañana siguiente el sol poético de excesos calentó los secos ojos y la acompaño a ella al día a día, el día de alegría, el día sin pasado porque todas las lagrimas se habían confundido con el mar, porque todas las lagrimas habían arrancado el recuerdo y se esparcían en costas nuevas, dándole la bienvenida a las aves nuevas que pian en los puertos.

miércoles, febrero 9

Manzanas rojas atrás de el Tiempo


Manzanas rojas, la costa calentada por el sol, un lápiz a medio gastar, hojas blancas cayendo de un edifico, las gotas formadas por el roció en las ventana, un auto mal estacionado, el frió de las cordilleras, una sonrisa apenas entregada, el sonido de las olas arribando, un gato de balcón, las ultimas gotas de alcohol que caen de la botella... Manzanas rojas...

Una vida, una mañana, un día de escuela retrasado con él trabajo, poniéndose a la hora cuando el tiempo ya paso y el bolso se volvió un maletín lleno de documentos importantes que nada en realidad significan, que nada en realidad hacen por los hombres ensopados dentro de sus ternos, de sus autos caros gastando, costeando la vida de sus esposas como canarios reinas encerradas en palacios de decimos pisos o condominios con guardia real, los autos carruajes llevando nada más que tiempo, siempre corriendo, secando las hojas creando el otoño, arrastrando tras de si las horas,días y años, con la vida colgando a las espaldas apenas sosteniéndose del cuerpo evitando caer en cada curva.

Manzanas rojas, la costa calentada por el sol... Manzanas rojas...