martes, febrero 15

Costa

¿A que Hora ya no importa?, ¿en cuanto tiempo más caduca el significado?, esas eran las preguntas que la tenían frente al mar, ante ese frío cuerpo lleno de significantes y posibilidades absolutas, mareadas en ellas mismas. Mucho caminar, millares de pasos había entregado al polvo, a la duda, a la búsqueda, a las respuestas conocidas que poseía sobre esas preguntas pero que se le perdían, enredaban con tanto tramo que podía usar y tantas amarras que bien cortar o anudar tendría por hacer, pero ahora la mirada se dirigía más allá del brillo del sol reflejado en las aguas, la mirada se había vuelto más extensa, más completa y con esta alcanzaba su casa, su pieza, las mil y una cartas de él, los millares de letras que invadían de cuando en cuando su cama, cuando revisaba su pasado, esa linda historia que le habían contado que era suya, lejano era ese tiempo, aunque solo hace 3 o 4 días hubieran terminado, porque el tiempo toma valores diversos frente a cada hecho y generalmente para los de esta naturaleza tiene el capricho de alargarse, de eternizarse para quizás opacar los recuerdos, empañarlos con las lagrimas que nacen al despertar, con esas lagrimas en esencia puras, livianas al no traer el peso de los sollozos, el peso de nacer, de solo concebirse en la entrada a los ojos y de ahí no poder correr por las mejillas besadas. Lejano el frío ya había alcanzado su cuerpo, su pecho, entumecido sus huesos y ahuyentado su sombra, muerto el sol, solo la noche la acompañaba, el estrepitoso llanto del mar se hundía en la arena y ella todavía de pie sin poder abandonar el lugar donde descansaba su aliento, atada a esas piedras, se confundía con la noche, con el cielo azabache y con el llanto del mar. Gritos desesperados, desamparados volaban en el salado aire costero y la muerte que tantas puertas esa noche había tocado decidió saltarse el pecho de la muchacha, decidió tomarla de la mano y hacerla dormir, a la mañana siguiente el sol poético de excesos calentó los secos ojos y la acompaño a ella al día a día, el día de alegría, el día sin pasado porque todas las lagrimas se habían confundido con el mar, porque todas las lagrimas habían arrancado el recuerdo y se esparcían en costas nuevas, dándole la bienvenida a las aves nuevas que pian en los puertos.

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