jueves, julio 14

Séptimo Piso

Hola soy una mentira disfrazada de sonrisa, llegue a tu puerta para comprar un poco de tu soledad, pero claro solo te ofrezco a cambio un poco más de lo mismo, esa es la moneda fría que poseemos, si tienes algo más, espero que sea del mismo valor si no lo es, pues quédate parado en esta puerta un rato largo más compartiendo tu frío con el del ambiente, con el mío, en fin. Prometo acompañarte y compartir mi mano con la tuya, prometo dejar que me escuches pero no escuchare lo que me digas, prometo pedirte de todo y no darte nada a cambio, prometo acomplejarte, maltratarte, humillarte y ayudar en que subas de pisos buscando la forma rápida de bajarlos.

Se ve el aliento en los vidrios y paso a paso se avanza en la acción de subir por el edificio, de huir de la vida ya cansado de soportar tanto paso errado, tanta oración mal hecha y además que no le correspondía a su receptor, el tiempo había pasado, no el necesario ni el justo, pero si el tiempo prudente, ya el ejercicio de seguir dando cuenta de actos de bondad había terminado, el precio fue alto, se sabía, se conocía desde el principio pero eso no hizo dudar el primer paso, las rodillas no tambalearon y este era el final de ese camino que parecía tan prometedor, tan lleno de sol y hojas secas, claro no terminaba en un plazoleta hermosa como se espero, termina en un ventana en medio del centro a varios metros de altura sintiendo el viento, jugando a serlo un instante antes de colapsar la vida de los transeúntes tiñendo de rojo su caminar, emocionando su vida, dándoles una pequeña historia que contar cuando lleguen a sus casas al final de la jornada, quizás conmocionando sus almas pobres al igual que la de la brocha que mancho su día, quizás con las mismas dudas inexplicables que se podían responder con pocas palabras, una oración certera que pocos quieren soñar.
Se abalanzaba sobre su espalda la mano de quienes si estaban dispuestos a soportar su peso sobre el de ellos, aunque no correspondiera, aunque fuera solo por la desesperación de haber alcanzado uno de los bordes. Los bordes del corazón se entremezclaban con la masilla de esa antigua ventana, poeticamente se hacían uno, uno eran y un ultimo serían, se perdió el reloj roto que esa persona lamentablemente había puesto marcha, estaba detenido cuando lo mejor hubiera sido que corrieran los minutos se ahogaran con los segundo adelantados y así colapsara el tiempo de manera trágica "que valiera la pena" su incomoda velocidad y así el detenerse tuviera un valor, pero no, su mano detuvo el reloj antes, sin ni una sola palabra, ni una sola explicación, tal vez una mirada, pero si un espacio, una ausencia en el momento menos oportuno, al igual que una tormenta estanca las calles con aguas lluvias y el viento arranca un poco la vida de las pasarelas, esta persona fue viento, se abalanzo y mordió todo lo que pudo, cambio cariño ciego por desdén,  ¿un kilo de plumas en verdad pesa lo mismo que uno de fierro?. La verdad acongoja y ahorca, la realidad se vuelve un misterio, un sin razón, las pesadillas ni siquiera entran en estos juegos y los sueños son abalanzarse por el cielo, surcar cada recuerdo, ver esas sonrisas, sentir ese calor nuevamente pero con forma de vereda, no son lagrimas lo que corre por el costado de tu cara, es rojo, amargo, poderoso, apestaste, embriagante, desde un séptimo piso el viento se transformo en su sonrisa, la vereda su abrazo y obtuviste ese sensación de ser uno con otra existencia, solo por un segundo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario