sábado, enero 1

Enunciado de Clausius

"No es posible ningún proceso cuyo único resultado sea la extracción de calor de un recipiente a una cierta temperatura y la absorción de una cantidad igual de calor por un recipiente a temperatura más elevada"

Respondía al nombre de David, vestía una chaqueta de mezclilla deshilachada, mal trecha de tanto uso, no era parte del uniforme del liceo, pero parte de su uniforme, aun en el trabajo de verano, aun en la universidad, seguía usándola a diario, porque era la favorita de ella, tenia su olor, el olor de cada tarde, de cada noche que se la prestaba porque a ella se le había olvidado la suya en casa, esa era la excusa que daba, ya que cada día quería tener su olor, cada mañana quería estar abrazado a ella y no al frío del tiempo, no al paso del día que venia atropellándose desde la madrugada [...y ella no dejaba de reír] vomitándose encima de las sabanas blancas limpias que cubrían sus sueños y poco, muy poco abrigaban su piel. Retardado subía las escaleras preguntadose el porque de las mil llamadas perdidas en su celular, nunca ella [... y ella no dejaba de temblar] tenia dinero para llamarlo y siempre desde el primer día que gastaron sus alientos al unisono, él era el que terminaba dándole sustento. Sustento, ese era el concepto intachable, la razón de su relación tan sencillamente insana que poco a poco iban manteniendo, agonizante entre sus manos el [... y ella no dejaba de llorar] "amor" que mantenían. Ya no eran niños, hacía mucho que la hora de madurar les había llegado, no era el típico proceso de las responsabilidades que se abalanzan sobre los sueños convertidos en monotonía, si no que la sumisión a deberes y lugares les toco la puerta durante el ultimo verano, dando paso [... y ella no dejaba de cortarse] a un nuevo horizonte predispuesto, ya caminado en sus ojos y en el de los demás, que llegando atrasado a la primera cita les invito a tomar invierno, un poco de distancia, quizás unas dulces soledades y una taza de buen té.

Se abalanzaba sobre cada escalón esperando que su torpe pie tocara la base firme y que subiera uno a uno, cada vez estaba más cerca del departamento, cada vez, cada día que recorrió esos [... y ella no dejaba de sangrar] escalones, los 1045 pasos desde la puerta del edificio a la puerta de la casa de ella se apresuraban en su mente y le tomaban la chaqueta, la volvían más pesada, más calurosa, la temperatura que ella había dejado en la mezclilla escapaba a su cuerpo impulsando sus piernas a correr, golpe seco, la puerta azotada contra el muro dejaba una marca roja, la música era el único silencio del hogar lo demás eran los ruidos espantosos de la ausencia de vida, la pieza iluminada de locuras, el puño de él cerrado, el frió entraba y ella no dejaba de morir.

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