viernes, noviembre 19

Los Ríos, Los Cigarrillos y Los Inviernos

Ojos rojos irritados por el viento, el sol, el humo del cigarrillo, las lagrimas, la mirada perdida en un punto del infinito que tenia frente a sus ojos, las manos cruzadas símbolo de decepción, apoyadas en la barandilla del puente, grueso madero antiguo que soportaba desde ya hacia mucho el peso de las vidas que deambulaban de vez en vez sobre él, temiendo mojarse, temiendo nadar, con miedo a sumergirse en las hondas y frías aguas del rió similares a las aguas diarias de la propia conciencia. Ella, perdida, apenas sentía los pasos de los demás, no los escuchaba, no los quería escuchar mientras se ahogaba en el río, unas cuantas tablas no logran separarla de él, no logran salvar su vida de las violentas aguas, solo marcan la separación física de su acción favorita, solo limitan la idea de ahogarse y apenas sirven para crear un húmedo camino entre dos sitios separados. Le encantaba ahogarse, le encantaba enfriar su cuerpo en las aguas del río, río a sus pies convenientemente separado de ella, la distancia justa para transformar la metáfora del río en algo quizás un poco más tangible, un poco más alcanzable. Ahogarse cuando ya se había ahogado, cuando ya había tocado fondo, tocar fondo por segunda vez, llegar al fondo del mismo fondo, un fondo más real que el otro, pero la duda importante que abordaba su mente en ese instante era cual de los dos fondos era más hermoso, más peligroso y más doloroso, si el fondo de su conciencia o el fondo del río, bien sabía que las aguas más placenteras y las más tormentosas las podía encontrar a diario en su interior, el río más extenso, el lago más hermoso y el mar más basto era ella misma, lo tenia claro, pero pese a eso no le resultaban poco interesantes las aguas del río, aguas ya mezcladas con sus lagrimas de felicidad y tristeza, lagrimas que cada cierto tiempo no muy periódico terminaban formando parte de las aguas de este rió, como tantas lagrimas más también lo alimentaban, gran parte de las aguas de él estaban formadas por dolores, tristezas abrumantes y una que otra alegría extasiada. Perdida completamente en el humo azul del ultimo cigarrillo de la cajetilla, buscando a través del panorama las fuerzas para sobrellevar su día, aunque sea por hoy se repetía, aunque sea por hoy debo de dejar de llover, ya cansada falta de aire inspiraba lentamente el humo de su cigarro atenta a la metamorfosis que ocurría en su interior, disfrutando como el humo iba remplazando su alma, apagando el dolor encendido de esta, tapando la resiente herida que se había perpetrado, calmando su ser, drogándose para así escapar de esta tan gastada soledad, soledad acompañada , soledad mal formada entre gentes, soledad que nace de ella misma para morir en los demás, para morir en lo que se desconoce pero que a la vez es tan bien conocido por todos, esa agónica sensación que solo nos confunde, tan bien la confunde a ella y a los demás que ya no se duda acerca de eso, acerca de lo que es, no se explica, solo se siente y se trata de mantener ligada, encerrada a una palabra como lo es "amor". Ese era el problema, problema porque lamentablemente en eso se había transformado para ella, una duda tintineante, una indecisión perenne siempre presente en su consciente, en su mar tormentoso pero calmo por ahora, después de tanto caos que ella misma había construido, no tenia las fuerzas para crear un mar bravo dentro de ella. El humo ya la había reescrito y la había obligado a llorar, bajando la mirada, lentamente esbozando unas palabras para si misma - Puto cigarro, siempre el humo termina con mi vida y me deja en inviernos, lloviendo frente a esta poética vista de mierda - dijo mientras una ultima lagrima caía por su rostro y el cigarrillo se apagaba.

Un camino lleno de escombros, piedras molidas a sus pies, día hermoso, sol veraniego, calor abrumador y él en inviernos, llovía, llovía como ella se lo había enseñado hace tanto, llovía porque no tenía de otra, llovía porque era lo mejor que podía hacer en un momento como este, los eventos desafortunados de la mañana mal gastada se habían sucedido así, un saludo, un te quiero apresurado, seguido de un te quiero desesperado, finalizando con un te quiero por siempre, tristes latas eran pateadas con su andar, su andar nuevo porque desde ahora su vida se empezaría a pintar de nuevo, el simplemente esperaría la resurrección porque hace unas cuantas horas atrás su vida había acabado y nada podía explicar el sentimiento tan espantosamente sublime que sentía y sentiría lamentablemente por siempre, por siempre atado a ella, ella que se había quedado con sus cigarros, una chaqueta, su corazón, un par de libros, uno que otro trabajo de la universidad, unas horas de su vida, unos lapices de tinta, unos días hermosos y la razón para sonreír. Invierno esa era la estación actual de su vida, aunque el sol quemaba la ciudad y el verano se vivía a pleno, esa mañana el invierno se había adelantado, lo quebró, lo enfrío demasiado rápido luego haber estado ardiendo unos cuantos días e igualmente como un jarrón de cerámicas que es calentado y enfriado rápidamente, se rompió, estallo en millares de trozos con la llegada de este invierno, maldito es el verano porque sin él nunca habrían inviernos, nunca llegarían a su alma, si ella para él fue verano, primavera, aunque no lo quisiera reconocer, aunque lo reconociera a medias o completamente siempre le hubiera sonado a mentira, porque el mismo no lo creía, por temor al invierno no aceptaba el verano y prefería no especificar aquello y siempre terminar huyendo, corriendo, alejándose de esa realidad que el mismo había creado y que ahora extrañamente colapsaba, no se pudo sostener y falta de cimientos se hundió, terminando en el río frío de ellos mismos donde se ahogan, en el cigarrillo que poco a poco los consumía dándoles un nuevo respiro, y en los inviernos que entran en tiempo, inviernos veraniegos, la estación real de su corazón y muy probablemente del de ella también.

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