lunes, noviembre 29

Retablos de la Mañana

Ya no era tarde, se había vuelto temprano tras la larga caminata nocturna desde un aquí, un ahora, un después, hacia la mañana del sábado. El sol se pronunciaba sobre nosotros, frío, muertesino, sus cálidas palmas tocaban nuestros rostros gastados, pegoteados, descascarados de alegrías y nostalgia suicida producto de la noche, de la entretención, de la botella de ron barato que apenas entre tres pagamos. La fría madrugada despegaba nuestros parpados, enfriaba nuestros huesos, entumecía los pies rotos de tanto caminar, de tanto correr en círculos escapando de nosotros mismos del él vagamente alcoholizado de anoche, escapando de nuestra noche que no conseguimos ahogar con el placer juvenil con el alcohol insistente en nuestra sangre, en nuestra alma que no sucumbió, que no murió por esta vez, condenada a recordar los actos del ayer. Tímidamente la luz que llega a nosotros pone en marcha el motor de la culpa, nuevamente nos ahogamos, nuestra alma pesa, pesa y pesa más, nuestra única virtud es la depresión la habilidad satánica, quizás regalo de Belcebú o de Dios, para caer en sombras insondables, profunda desesperación que rasga con descomunal placer nuestra violeta piel, llega al alma y la seduce, se deja seducir, y morimos, no es una muerte bella, no es el suicidio etílico tan bien recibido, es una muerte atroz causada por la culpa que nos aborda en esta ocasión, que nos ahorca con los "¿Por qué?" y los "¿De qué?, tantos bailes mentales que antes no nos increpaban, pero que ahora violentamente llegan con la fría luz de la mañana, este mal habido día que siempre llega de la mano del gran evento nocturno, que asumimos que vendrá sin darle importancia en el momento de disfrutar porque así son las cosas y así deben de quedar.

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