martes, noviembre 16

Vestíbulo

Fin del pasillo, primera puerta abierta ante sus ojos.

Quedo en la poética asertiva nada, absorbido por los pensamientos que con solo tocar el picaporte se entrometieron en sus adentros, los ensordecedores ruidos mudos de su mente, su voz interior, su yo un poco más razonante que ya ni le gritaba, no gemía, no le salia la voz y solo silencios ensordecedores, desgarrados gritos mudos de su inconsciente salían, que por esta vez, esta vez nada sabía, nada lograba ni logro sacar en claro, por esta vez solo pudo quedar sordo, ciego y mudo, empobrecido y arruinado de inconsciencia y sensación. Ni siquiera la hermosa sombra existió para cubrirlo, el frío abrazo de la penumbra no llegaba, no sería capaz de alcanzarlo, no sería capaz de sobrepasar las luces inanimadas del día que se filtraban en su hogar profundo, las ardientes congeladas caricias del sol que irónicamente lo acogían en su seno, una burlona expresión en el rostro del calor mientras lo rodeaba con sus ramas, lo abrazaba invitándolo a la locura, dándole el paso a la paranoia y el controlado y ordenado desquició, la perdida completa de enfoque y dirección, donde arriba deja de serlo permitiendo a la impetuosa duda supurante formar parte del yo profundo, del motor de acción.

Sumando y restando quedo algo que no vale, que no puede cuantificarse, que ya no se pierde ni se puede ganar , que se ausenta que por esa vez, que por esta vez y por las veces que vendrán, no encontrara tras esa puerta, no la volverá a abrir porque su motor se apago mientras giraba la muñeca, mientras el pestillo cedía y la puerta caía, mientras la habitación se abría de par en par quedando el ilimitado espacio cerrado bañado por el sol que estaba a su espalda, inundado por la sombra que brotaba de su piel y que se evaporo en el interior de la habitación cual llovizna sangrienta desparece con lo cálido de la tarde, por esto que no vale que no vendrá, que por ahora dejo de ser.

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